La triste historia de una señora que tiene su casa dentro del penal de Lurigancho sin ser reclusa
Juana Lazo vive hace 30 años en el penal de Lurigancho y tiene que mostrar una autorización policial y cruzar una caseta de control para entrar o salir de su domicilio.
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En el penal de Lurigancho no solo conviven reclusos que permanecen ahí por haber cometido algún tipo de delito, sino también una señora, quizás la única en el Perú, que a pesar de no haber cometido ningún crimen tiene su casa adentro. Se trata de Juana Lazo, quien vive en el centro penitenciario hace casi 30 años.
Ella relató su historia a La República y asegura que su caso se trató de una venganza por haber declarado en contra de la Guardia Republicana, luego de que presenciara el asesinato de 8 internos y una monja en las inmediaciones de la prisión. Ella indica, con papeles en mano, que lo que le hicieron es un acto de crueldad.
“Yo di mi testimonio al fiscal Mario Miranda y les dije que la Guardia Republicana había disparado. En ese momento, ellos gritaron que el cerro y mi casa debían desaparecer y demoler, me amenazaron”, manifestó la mujer, quien debe todos los días mostrar una autorización policial y cruzar una caseta de control para entrar o salir de su domicilio.
Sin embargo, eso es solo parte de la historia. La fémina señaló que, en una primera ocasión, el Instituto Nacional Penitenciario (INPE) había colocado una malla que cercaba, solamente, los pabellones del penal. No obstante, luego, órdenes de arriba hicieron que sacaran dichas mallas y rodearan su vivienda.
Pide indemnización
Juana Lazo, cansada de vivir dentro del penal de Lurigancho viene pidiendo una indemnización al Estado por los supuestos daños que se le habría cometido. Con documentos en mano que certifican la veracidad de lo que menciona, indica que vive sola ya que sus hijos se fueron del lugar, hartos de estar pidiendo permiso a los oficiales para entrar y salir de su casa.
"Quiero que me indemnicen por todo lo que me han hecho. No pido reubicación porque estoy segura de que me mandarían a los quintos infiernos", detalla. La mujer afirma que sufre de osteoporosis y que caminar los 250 metros que separa la puerta del penal y su domicilio es cada vez más difícil.
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