"Lágrimas, dolor e impotencia": Así fue el último adiós a Rosalino Flórez Valverde

"Mi corazón está endurecido como una piedra, es por eso que no tengo más lágrimas", fueron las palabras con que José se dirigió al féretro que guardaba el cuerpo de su hijo Rosalino Flórez Valverde. Hasta la lejana comunidad de Conchaccalla, del distrito de San Jerónimo, en el Cusco, al final de una trocha carrozable, fueron llevados los restos de Rosalino Flórez para su cristiana sepultura, en la comunidad donde nació.

Un mar de gente y lamentos acompañaron el ataúd envuelto con la bandera rojiblanca hasta el cementerio de Conchaccalla. El camposanto también se convirtió en un escenario de protestas.

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Voces con llantos, cantos melancólicos pidieron que la muerte del joven estudiante de gastronomía no quede impune, sea esclarecido. Y que los culpables sean castigados como mandan las Leyes.

Los discursos políticos tampoco fueron ajenos a la marcha fúnebre, dirigentes con ánimos de protagonismo, insistían en tomar la palabra. Ante el dolor de quienes perdieron a un ser querido.

"Sufrí mucha discriminación"

Visiblemente acongojado, Juan José Flórez, hermano mayor del difunto, se dirigió a quienes apoyaron a su familia y a quienes no.

"Hicimos todo lo posible para que mi hermano regrese bien. En Lima toqué muchos medios (de comunicación), pero lamentablemente no me quisieron ayudar. Agradezco a todos los compañeros que me ayudaron por sanar a mi hermano, sufrí mucha discriminación, pensé que vivíamos en un país en que todos tenemos derechos" dijo con la voz entrecortada.

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Rosalino Flórez, la tarde del 11 de enero, recibió una ráfaga de 36 perdigones que se alojaron en su cuerpo y lo condenó lentamente a su muerte. Fue una víctima de la represión policial, fue herido, muerto y sepultado, entre el dolor y la impotencia de una familia que espera en la justicia hallar consuelo y la resignación para la muerte.