"¡Si se mete en la embajada nos vamos presos! ¡Detenlo, detenlo!": últimos instantes de libertad de Pedro Castillo
Esta es la historia policial de la huida de Pedro Castillo hacia la embajada México desde que intentó disolver el Congreso hasta que fue detenido en la Av. Garcilaso de la Vega.
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Minutos importantes vivieron los oficiales de Palacio de Gobierno luego de haber sido alertados de que el expresidente de la República, Pedro Castillo, abandonaba la Casa de Pizarro luego de haber disuelto el Congreso. En la escena de esta historia participan el suboficial PNP Nilo Irigoín Chávez, quien es llamado la 'sombra' de la seguridad personal y amigo del exmandatario, y otros altos mandos de la seguridad presidencial.
Entre éstos destacan el jefe de la Escolta presidencial, mayor PNP Luis Alarcón Trujillo; el jefe de la División de Seguridad Presidencial, coronel PNP Walter Ramos Gómez; el jefe del Departamento de Escolta Presidencial, comandante PNP Miguel Carpio Zúñiga; y el jefe de la Dirección de Seguridad del Estado de la PNP, general PNP Iván Lizzetti Salazar.
Todo empezó cuando Irigoín ordenó la salida de la familia presidencial de Palacio de Gobierno en dos vehículos con rumbo desconocido. La información fue alertada por el mayor Luis Alarcón al coronel Walter Ramos, así como al comandante Miguel Carpio. En ese momento eran la 1:20 p.m. del miércoles 7 de diciembre.
“¡Salida reservada!” (sin destino), comunicó Irigoín al chofer del “cofre” (vehículo presidencial), suboficial PNP Josep Grández López. “¿A dónde se van?”, preguntó el coronel Walter Ramos. “¡Salida reservada, mi coronel!”, respondió Irigoín.
Embajada de México
Esto encendió las alarmas de los oficiales que buscaban saber hacia donde se dirigía Pedro Castillo en el 'cofre', junto a la primera dama Lilia Paredes, sus hijos Arnold y Alondra, y el expremier Aníbal Torres. Ellos iban en la parte de atrás del vehículo, mientras que Irigoín iba sentado en la parte del copiloto.
“A la altura de las avenidas Tacna y Nicolás de Piérola, el chofer Grández preguntó al suboficial Irigoín cuál era la ruta. ‘¿A dónde va mi superior?’, le dijo. Por lo que Irigoín consultó al expresidente Castillo. ‘¿Pedro, a dónde vamos?’, preguntó. ‘¡A la embajada de México!’, respondió el exmandatario”, aseguró una fuente a La República.
Esto llegó a los oídos de Walter Ramos quien temió lo peor para su futuro ya que si el expresidente se alojaba en la embajada de México lo iban a culpar y se iría preso. Por lo que llamó de inmediato al general Iván Lizzetti para saber qué decisión tomar. Walter Ramos iba en su unidad detrás de la escolta del exmandatario.
"¡Detenlo, detenlo!"
“¡Uy, se va a quitar! Si el presidente Castillo se mete en la embajada, ¡los que van a ir a la cárcel somos nosotros!”, pensó. “Mi general, ¿qué hago? ¡El hombre se va a la embajada de México!”, le informó a Lizzetti. “¡Espera, espera” ¡Voy a consultar!”, respondió este general.
Al poco rato, el general Lizzetti devolvió la llamada y dijo casi gritando: “¡Detenlo, detenlo!”.
Durante la intervención al expresidente Castillo, su esposa Lilia Paredes y su menor hija, Alondra, que iba sentada entre sus piernas, empezaron a llorar y a desesperarse por todo lo que pasaba. “¡Pero, qué has hecho, Pedro! ¡Por qué lo has hecho!”, le decía Lilia Paredes a su cónyuge, mientras abrazaba a su hija. Pedro Castillo mantenía fija la mirada al frente. No volteaba para decir nada. Según los testigos, simplemente se quedó callado.
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