Jannet Vélez Rivas: “Soy una veterinaria atípica”
Los perros deambulan libremente en esta veterinaria, solo así la doctora Jannet Vélez puede conocer a sus enemigos: los males que afectan a estos amigos de cuatro patas. De niña sus mascotas fueron su compañía, dueña hoy de una clínica veterinaria, creó una ONG para difundir los favores del bienestar animal.
Únete al canal de Whatsapp de El PopularAntonio OrjedaFotografías: Ximena BarretoLos perros deambulan libremente en esta veterinaria, solo así la doctora Jannet Vélez puede conocer a sus enemigos: los males que afectan a estos amigos de cuatro patas. De niña sus mascotas fueron su compañía, dueña hoy de una clínica veterinaria, creó una ONG para difundir los favores del bienestar animal.—¿Cómo explica su amor por los animales?—Siempre que he tenido contacto con ellos me han dado alegría, ternura, ¡todas esas sensaciones bonitas que uno siente cuando es pequeño! Porque como soy la última, todos mis hermanos estaban estudiando o trabajando, y yo me quedaba sola y el animalito era mi compañía.—¿Qué mascota tenía?—Perros, gatos. Como tenía varios perros, cuando venía el veterinario me quedaba conversando con él, me parecía interesante lo que hacía; yo tendría entre 8 y 10 años. Mis padres querían que estudie Medicina Humana, pero yo no me imagino tratando a personas.—¿Por qué?—No sé. Me da asco (ríe)… Lo que pasa, es que en una oportunidad tuve un enamorado que era estudiante de Medicina Humana. Él me contaba todo lo que tenía que ver y hacer, por ejemplo, pasarle una sonda uretral a un anciano. Eso me parecía ¡abominable! Para hacerlo, se tiene que nacer con esa vocación; y mira, yo, ya en la práctica de la carrera hacía palpaciones rectales para saber cómo están los fetos de los animales. Sin embargo, para mí era ¡tan placentero sentir la vida que se estaba gestando dentro de otro animal! Te olvidas de que estás metiendo la mano por un recto.—¿Y cómo se lanzó a crear su propia veterinaria?—La necesidad obliga. Yo empecé en el hipódromo, trabajé tres años con caballos de carrera hasta que me aburrí porque todo era traumatología: verles las patas. Los caballos no tienen enfermedades mayores –salvo cólicos o algún tipo de traumatología por el mismo ejercicio que realizan–, y llegó un momento en el que pensé: “Aquí mis neuronas se están oxidando”.ME FUI ABRIENDO ESPACIO—Atendía animales que generan mucho dinero, imagino que tendría un buen sueldo, ¿y renunció porque se aburrió?—Claro. Mi trabajo era por las mañanas –de seis al mediodía–, entonces tenía las tardes libres y comencé a trabajar en un centro de atención a “menores” (animales domésticos). Un señor brindaba el servicio de grooming (corte de pelo y baño para animales), y yo comencé a dar atención veterinaria. Me dio un espacio chiquitito en su local, puse una mesita y un frigobar, y como jugando me fui ganando la confianza de los clientes.—Era fines de los 90, ser veterinario entonces no era muy rentable...—En la hípica, sí. Pero no en las clínicas para animales porque la gente no entendía las necesidades que tiene un animal con los mismos órganos que nosotros. Te lo digo porque me ha tocado personas que me han preguntado: “Qué, ¿tiene hígado?”. Yo me quedaba absorta, les tenía que explicar que, además de los mismos órganos, también sienten, tienen sistema nervioso…CÓMO CRIAR MASCOTAS—Parece increíble...—Hay personas que a causa de malas experiencias en su niñez, como adultos no se imaginan criando animales, pero cuando se ven obligados porque el hijo quiere un animalito, para ellos es una carga, una molestia; y mientras el perro está chiquito, todo el mundo lo quiere, lo ve bonito, pero después no. Ya es una carga. Ese tipo de personas no son las ideales para tener mascotas.—Por eso inició su misión...—Nosotros tratamos de orientar sobre la tenencia responsable, tanto de animales silvestres como de compañía. Yo soy de la idea de que los animales silvestres no deben ser mantenidos como mascotas porque ellos no necesitan del ser humano para vivir. Estos animales necesitan buscar sus vitaminas, sus minerales, en su ambiente natural.—¿A qué animales se refiere?—Canarios, pericos australianos, entre otras aves; o los hurones y los erizos.—A través de su ONG orienta respecto al bienestar animal...—Le hacemos ver a la gente –en relación al comercio ilegal de animales de fauna silvestre– que ellos son parte de la demanda, y tratamos de disuadirlos explicándoles que no saben todas las enfermedades potencialmente transmisibles por esos animales: rabia, hongos… Además, ¿para quiénes los compran? Para los niños, y no saben a lo que los pueden estar exponiendo al regalarles una lagartija, un mono…—Por darles algo original, los terminan exponiendo...—¡Exacto! ¿Y qué pasa? Cuando tienes un animal de fauna silvestre, como se trata de una novedad, el niño trae a casa a sus amiguitos del colegio, del barrio, todos quieren manipular al pobre animal y ahí empieza la contaminación. Después están con diarreas intermitentes. ¿Por qué? Nadie sabe.ACONSEJA A DUEÑOS—Su compromiso va más allá de curar al animal, también orienta al dueño...—Los oriento partiendo de la nutrición. Siempre les digo: “¿Quiere seguir viniendo o quiere dejar de hacer gastos inútiles?”. Sí, de repente soy una veterinaria atípica. No me promociono, la mayoría de mis clientes llegan recomendados por otros, porque saben cómo trabajo, cómo los tenemos, y que cuando los tenemos lo hacemos con bienestar animal. Es decir, evaluamos a los animales en su silvestría para saber por qué se comportan así, y a partir de eso, los ayudamos a que tengan comodidad, puedan desarrollarse bien, afrontar las enfermedades y todo lo demás.—¿Cuántos veterinarios hay como usted en el país?—Pocos, creo (ríe)…
AMOR POR LOS ANIMALES
—Debido a que la comercialización de animales silvestres es una realidad, también se aboca a ellos...—Desde que empecé la universidad tuve oportunidad de hacer prácticas tanto en el Hipódromo de Monterrico, como en el Parque de las Leyendas. El 85% de los animales del parque ha pasado por mis manos, sé manejar fauna silvestre y acá recibo muchos animales derivados de colegas que no saben.—¿Cuál es el animal más raro que ha tratado?Un armadillo. Lo trajeron desnutrido, deshidratado, y lo recuperamos. Cuando le dije a la dueña que era una especie que podía portar el virus de la lepra, no sé qué hizo con él, porque nunca más volvió. Mi misión es hacer ver los riesgos a los que se exponen por tener estos animales.
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