Adiós a Cheo y a Gabo

Por: Lucho Caminomuchacalle.elpopular@gmail.comApenas subí al taxi, enciendo la radio para escuchar noticias. Y aunque trato de no ser sentimental, casi derramo unas lágrimas cuando me enteré del fallecimiento del gran Cheo Feliciano, un sonero como pocos, cantante de los buenos, puro sentimiento.

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Por: Lucho Camino

muchacalle.elpopular@gmail.com

 Apenas subí al taxi, enciendo la radio para escuchar noticias. Y aunque trato de no ser sentimental, casi derramo unas lágrimas cuando me enteré del fallecimiento del gran Cheo Feliciano, un sonero como pocos, cantante de los buenos, puro sentimiento.

Mi mente voló hasta mi infancia, cuando mi hermano mayor llegó con sus longplays bajo el brazo. “Mira lo que me he comprado, son los discos de la Fania”, dijo alegre. Él era un tipo muy serio, pero nada lo hacía tan feliz como la música que le gustaba: la salsa.

Puso en el tocadiscos de mi mamá el LP. Giró el botón hacia 33 revoluciones (había que ponerlo ahí, pues 45 era para los discos chicos, a los que se les llamaba “sencillos”; y 78 nunca supe para qué servía). Empezó a sonar Anacaona y desde ese día, toda mi infancia traté de descifrar la historia de aquella india de raza cautiva.

Recuerdo que cuando la Fania All Stars llegó a Lima hace un par de años, rompí mi chanchito para ir al estadio San Marcos. Venía la mayoría de los que aún estaban vivos:

Johnny Pacheco, Cheo, Ismael Miranda, Adalberto Santiago, Ismael Quintana, Richie Ray y Bobby Cruz, Larry Harlow, entre otros grandes de grandes de la salsa. 

Cuando Cheo cantó “El Ratón” fue la locura. Todo el estadio entonaba “échale semilla a la maraca pa’ que suene, chacuchá”. La gente se abrazaba. Nos parecía increíble ver a mis ídolos salseros, canosos, panzones, pero con la energía de siempre. 

Aquella noche le hicieron un homenaje a Héctor Lavoe y a Celia Cruz. Hubo lágrimas. Y si alguna vez se vuelven a juntar, Cheo tendrá que ser incluido. Sin él, la Fania nunca hubiera sido lo que fue. 

Empezaba así el día, con el corazón un poco estrujado por la noticia y con los recuerdos revoloteando en la cabeza, cuando las noticias otra vez me dieron un golpe. La muerte de Gabriel García Márquez. Soy sincero, lo primero que pensé fue: “¿Por qué se tienen que ir de a dos?”.

Hace unas semanas les había contado que García Márquez fue como la puerta que me condujo a la literatura. Descubrí sus obras en el colegio y un profesor, que también era escritor, me prestó sus obras. Cada página era una sorpresa. Tenía una sencillez mágica para describirte la realidad con figuras literarias y con hechos que parecían exagerados, pero que nos permitía identificarnos con los personajes y su Macondo querido.

Gabo era un grande. Cheo, también. Y, como hoy me dijo un pasajero, “si no quieres que ninguno muera, lee sus obras, escucha sus temas”. Así será.

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