Se caracterizó por utilizar un lenguaje culto, que imitó a veces al latín, y por perseguir la belleza formal en las obras.
El máximo representante de esta corriente es Luis de Góngora, por ello, al culteranismo también se le llamó gongorismo.
Los culteranos decoraban la realidad con atrevidas metáforas. Por ejemplo, para referirse a una paloma decían “nieve volante”.
Esta corriente literaria fue objeto de muchas críticas debido a que, en algunos casos, no se podía comprender el texto.
Francisco de Quevedo, representante de la coriente Conceptista, fue su principal opositor.
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