
La vida de Emilio Córdova es como el ajedrez: incomprendido y fascinante. Esto ha sido una constante desde que se inició en este deporte a los ocho años hasta convertirse en el GM que es ahora. Aquí su palabra. Aquí la palabra del “rey”.
—Regresas al país después de mucho tiempo y el Perú se corona campeón en ajedrez en los Bolivarianos...
−Estoy muy feliz de volver a competir por mi país. Sino aspirábamos al oro en los Juegos Bolivarianos, ¿entonces a qué aspirábamos? Tenemos un equipo muy fuerte y lo demostramos en la competencia.
—A todo esto, ¿cómo te va en el amor?
−Estoy feliz desde hace cinco años con mi novia Yanira Vigoa, ella es de Cuba y también es ajedrecista. Siempre he buscado a alguien que sepa hablar y no una cara bonita.
—Cuéntame, ¿desde cuándo radicas en México?
−Vivo desde hace cinco años en el DF, México. Creo que se me ha pegado un poco el acento, pero no me he olvidado de mis raíces.
—¿Sigues pensando en nacionalizarte mexicano?
−Siempre va a estar abierta esa posibilidad, nunca lo voy a negar. Si uno quiere mejorar como deportista tiene que ser egoísta. En México doy clases, dicto conferencias y brindo talleres. Allá me quieren mucho, me siento como en casa.
—Además de ti, hay otro peruano en México que da que hablar...
−¿Laura Bozzo? Ella trabaja a su modo, se gana los frijoles a su manera. Quién soy yo para criticarla y quién para felicitarla.
—¿Es verdad que te robaron?
−Sí, un par de veces. En una ocasión al ver que tenía poco dinero como unos 20 soles, no me robaron nada e incluso bromeé con el delincuente.
—Siento algo de molestia en tu voz...
−Pasa que me da coraje, porque me sacaron de la selección nacional por orden del Sr. Boris Ascue, coordinador técnico de la Federación de Ajedrez, incluso no estaba en la lista de los Bolivarianos pero por gestión del Sr. Boza, presidente del IPD, estoy acá.
—Cuéntame más...
−Soy el único GM de mi edad que dicta clases, porque no tengo el apoyo necesario y debo hacerlo porque sino, ¿quién paga la comida y la renta? Mi deseo es llegar a la élite profesional y por eso estoy ahorrando.
—¿Por qué ese trato?
−Porque no soy una persona manejable, no soy como esos monitos que aplauden cuando les dan dinero. Sé que a algunos les apoyan con un promedio de 50 mil dólares al año, yo no tengo ni el 10 por ciento de eso. Yo me lo banco solo, pero por suerte el IPD me está volviendo a apoyar.
Jaque en su vida
—Tal vez tu pasado te condena...
−Puede que me haya jugado en contra, pero soy de aquellas personas que no vive del pasado. No me pueden crucificar por eso, tampoco nos demos por santos. Si hay un presidente que la hacía en el avión presidencial.
—¿Te molesta que te pregunten por tu pasado?
−La vida acelerada, ¿no? Pienso que son experiencias que uno debe vivir, ¿quién no comete errores?, ¿quién no se ha enamorado?
—¿Crees que se te juzgó demasiado?
−Sí, antes solía bailar mucho, ¿qué tiene de malo tomarse una cerveza? No pasa nada, eso no es un pecado. Si la sangre de Dios es el vino; la cerveza es la sangre de Baco, ¿qué tiene de malo eso?
—Digamos que no eres la imagen del ajedrecista promedio...
−Por ejemplo a Tal le rompieron la cabeza en Cuba por meterse con una mujer. Korchnói y Bronstein bebían una botella de vino blanco cuando entrenaban. A Topalov le encanta ir de fiesta. Los ajedrecistas somos seres humanos, no robots.
—Tanto así...
−Antes me llamaban el genio porque cuando se destapaba una botella aparecía yo. Antes era juerguero, pero eso era antes. Toda la gente tiene derecho a cambiar y a madurar. El ajedrez no significa rigidez. Ahora soy disciplinado en ese aspecto.
—Lo peor que te haya pasado...
−Antes era muy terrible, tuve que quedarme sin dinero, no recuerdo si estaba en Cuba o en México para darme cuenta que estaba haciendo mal las cosas. Me prometí que no volvería a pasar lo mismo.
— Tu vida fue desordenada...
−Al principio era un loquillo, ¿pero quién no ha sido un loquillo a los 16 o 20? Si me decían fiesta, yo decía está bien. Antes me gastaba 900 o 1.000 dólares en una semana. Después me preguntaba: ¿qué hice con tanto dinero? Pues los premios en los torneos eran buenos, y yo era generoso con mis amigos e invitaba a todos. Pero eso era una fachada, no era yo.
—¿Y ahora?
−No es que ahora salga una vez a la quinientas, si tengo ganas, voy, pero ya no como antes.
—Antes eras un donjuán...
−Nunca fui mujeriego, estaba soltero y cuando conocía a alguien en una discoteca, todo bien. Igual me la pasaba en los torneos. Era mismo marinero tenía a una esperándome en cada puerto. Además era joven y sabía cómo engatusarlas (risas).
—Por último, ¿alguna lección?
−Siento que no he luchado cuando debí hacerlo, y eso me genera cierta frustración. Pero ahora me tengo confianza.
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