Al escuchar por la radio que necesitaban voluntarios para rescatar a los heridos de un avión que acababa estrellarse, Santiago Campuzano y cinco amigos no lo dudaron se montaron en una camioneta Mazda y, desde el casco urbano de La Unión, fueron de los primeros en llegar al lugar de la tragedia.
LEE MÁS: Chapecoense: Hija de piloto escribe conmovedor mensaje
Cuando llegamos sacaron el primer herido y fuimos nosotros quienes lo transportamos de bajada. Era Alan Ruschel, jugador del equipo de fútbol brasilero Chapecoense. “Mi familia… mis amigos… ¿dónde están?”, balbuceaba en voz baja según cuenta Campuzano.
Mientras el voluntario sorteaba la difícil carretera, un paramédico hacía lo propio para mantener estable al futbolista que seguía preguntando por los suyos. “Tiene una fractura de cadera, hay que llevarlo a un centro médico con urgencia”, dice que le contó el médico.
Una vez dejaron a Alan en el punto de encuentro, a un kilómetro del estadero de Don Quijote, no hubo tiempo para más. Solo desearle suerte y volver a sumirse en la oscuridad a buscar más heridos.
TAMBIÉN LEE: Chapecoense: La maniobra del piloto que salvó vidas
“Venía muy asustado, pero con la satisfacción de haber ayudado a alguien, porque pensábamos que todos estaban muertos”, dice mientras se arregla su gorra verde militar y se pasa la mano por una incipiente barba.
El sol había salido, pero el paso se les había cerrado. Ya nadie podía subir hasta que la Policía Judicial hiciera el levantamiento de los cadáveres. Aquello no los amilanó. Los seis amigos permanecen en el Puesto de Mando Unificado a la espera de que les den permiso de volver a subir. De seguir ayudando. De salvar otra vida.
Revisa todas las noticias escritas por el staff de redactores de El Popular.