En medio del dolor por la perdida de cuatro personas que dejo el incendio de Larcomar en Miraflores aparece un héroes como Carlos Vásquez Salazar, el trabajador que empezó a luchar contra el incendio antes de la llegada de los bomberos y que se quedó junto a ellos hasta que ninguna ceniza fuera capaz de revivir.
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Carlos Vásquez padre dos hijos, el día del incendio llegó a las 9 de la mañana a la discoteca Gótica, donde trabaja desde hace 16 años como jefe de mantenimiento. Su labor transcurría de lo más normal hasta que inició el siniestro.
Vásquez corrió por unos extintores, pero fueron insuficientes. Jaló la manguera de la discoteca, que colinda con el cine, pero esta solo llegaba hasta la puerta de la sala. Desde allí lanzó todo el agua que pudo. El ruido de una explosión alertó al personal de Larcomar para obligar a todos a evacuar.
“Estaba revisando los equipos para un evento, y entonces vi que en la puerta 10 del cine estaban arrojando polvo de extintor. Pensé que estaban jugando, así que me acerqué para reclamar. Cuando abrí la puerta, vi el fuego por toda la sala. Las butacas se estaban quemando cual película de terror”, contó a la página de útero.
“Mi jefe y mis compañeros se asustaron por el ruido y el fuego. Dijeron que esto ya no era para nosotros. Yo solo pedía más mangueras para llegar más al fondo. Dentro de mí sabía que en las oficinas había gente”.
Vásquez fue obligado a retirarse, pero dejó la llave del grifo abierta. La idea de que el agua corriera para impedir que las llamas avanzaran era su último intento.
Cuando los bomberos llegaron, Vásquez les ofreció su ayuda. Él conocía el lugar. Los hombres de rojo se negaron: no querían comprometer su seguridad. Carlos buscó al comandante a cargo, y cuando lo halló, le dijo.}
“Yo conozco Larcomar. Trabajo aquí hace 16 años. Sé dónde empezó el incendio. Sé por dónde entrar y de dónde sacar agua. Déjeme bajar con ustedes”.
El comandante accedió a regañadientes. Vásquez subió y bajó 15 veces las escaleras de los 5 niveles para guiar a más bomberos. Se quedó con ellos hasta apagar el incendio. Ese día no almorzó. A las seis de la tarde recién pudo partir a casa. Oliendo a humo y tosiendo.
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“No podía irme. Esta es mi segunda casa. Yo quería llegar al fondo. A mí me latía que había gente encerrada en las oficinas. Te juro que si hubiera podido hacer más, lo hubiera hecho. Para mí la vida humana es muy valiosa. Si tú me dices ‘tienes que trabajar medio año gratis para que esto (un incendio) no pase’, yo lo hago”.
Carlos es un trabajador, igual que las cuatro víctimas mortales del incendio y cuando debió huir para salvar su vida regreso para ayudar sin pensar en las consecuencias.
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