El fallecido líder norcoreano Kim Jong-il era un sujeto excéntrico, lleno de malos hábitos y con un pasado oscuro que acaba de revelar uno de sus fieles ayudantes.El confesor, cuyo verdadero nombre oculta, se llama Kenji Fujimoto, y fue el cocinero favorito de Jong Il, lo cual lo convirtió en testigo mudo de las principales obsesiones de esta personalidad.
Fujimoto, de nacionalidad japonesa, contó en una exquisita entrevista a la revista Q que el mandatario asiático era un ser extravagante de la cabeza a los pies: Jong-il gastaba más de 700 mil dólares al año tan solo en coñac y gustaba de disfrutar de las películas de violencia que protagonizaba Arnold Schwarzenegger.
El cocinero se jugaba prácticamente la vida por tratar de realizar los sueños y los caprichosos de su amo: viajaba a Dinamarca por jamón, a Japón por el pescado, y a Pekín por una hamburguesa del McDonalds, aunque usted no lo crea.
Pero era partícipe de algo peor. Mr. Kim satisfacía sus bajos instintos con decenas de menores de edad, secuestradas y abusadas sexualmente. Ellas procedían de Taiwán o Hong Kong, y eran entrenadas para dar masajes. Solo él podía tocarlas.
La última de las extravagancias era cómo pretender ser un inmortal; para ello había creado un instituto para estudiar la longevidad. El tiempo, sin embargo, no le alcanzó: falleció a finales del 2011.
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