En 1914, cuando recién empezaba la Primera Guerra Mundial, ocurrió un insólito hecho que hasta ahora sigue sorprendiendo a millones de personas. Se trata de la denominada tregua de Navidad, donde cientos de soldados alemanes y británicos decidieron hacer un alto al fuego para poder celebrar las fiestas navideñas.
Según cuentan los libros de historia, los soldados del ejército alemán dieron el primer paso para poder llegar a un acuerdo con sus pares británicos. Este momento se dio en vísperas de Navidad, cuando los alemanes propusieron a gritos una tregua desde la trinchera opuesta.
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"A última hora de la tarde los alemanes se volvieron divertidísimos, cantando y gritándonos. Dijeron en inglés que, si no disparábamos, ellos tampoco lo harían. Encendieron fuegos fuera de su trinchera, se sentaron alrededor y empezaron un concierto", explicaba en una carta a la que ha tenido acceso 'Alfa y Omega' el sargento británico Bernard J. Brooks, uno de los presentes.
Asimismo, al día siguiente (en plena Navidad), el soldado británico Willie Loasby fue el encargado de alzarse por encima de los parapetos y recorrer los 36 metros que separaban la trinchera británica de la alemana.
Su objetivo era el de acordar una tregua con el enemigo. La tensión se palpaba en el frío ambiente y, desde cada una de las posiciones defensivas, todos los combatientes tenían preparados sus fusiles de cerrojo por si algo salía mal. Loasby respondió afirmativamente y, así, inició el histórico episodio.
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Durante el alto al fuego, los enemigos se ayudaron mutuamente a enterrar a sus muertos. Un capellán escocés rezó las honras fúnebres y hasta llegó a leer el salmo 23 –"El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar…"-en inglés y en alemán.
De pronto, alguien apareció con una pelota de fútbol y terminaron jugando un partido en la misma tierra en la que continuarían asesinándose. Jugaron durante una hora, sin referí y con el suelo patinoso por el hielo. No recuerdan el resultado, aseguran que se respetaron las reglas, que no contaban los goles, pero que por un rato se olvidaron de la guerra.
Así lo confirma también el teniente alemán Johannes Niemman en una carta en la que explica que un soldado apareció cargando un balón de fútbol y, en pocos minutos, ya había comenzado el partido.
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