Bien de salud: La longevidad de mi padre

El Dr. Pérez-Albela nos comparte las claves de la longevidad compartidas por su padre Don José Santiago Pérez-Albela Arias.

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Doctor José Luis Pérez Albela.
Doctor José Luis Pérez Albela.Crédito: GLR

Quiero compartir con ustedes algunas de las claves de la longevidad sana de Don José Santiago Pérez-Albela Arias, mi padre, que en este mes de octubre cumplirá 97 años:

  • La higiene. Siempre nos enseñó que, aunque haya pobreza, jamás debe faltar la limpieza. Y él es un ejemplo de esta enseñanza: tiene limpieza mental porque no guarda rencores; tiene limpieza ambiental y ecológica porque hasta el motor de su carro estaba brillante, y ni qué decir de su limpieza corporal.
  • Deporte. Gran basquetbolista del Club Flecha.
  • Laborioso. Tenía su puesto en el Mercado de Frutas; recuerdo que a las 4:30 am lo acompañábamos a vender frutas, desde allí conservo el hábito de despertarme temprano.
  • Paciencia y prudencia. Nos crío con los “fierros”, manejaba taxi y bus, él siempre estuvo al volante a tiempo y tranquilo.
  • Labor manual constante. Siempre arreglaba algo en la casa.
  • Gratitud. Es una de las claves para una eterna juventud, siempre fue muy grato con mi abuela materna, grato con sus padres, con sus suegros, amigo de todos.
  • La siesta. Respeta y practica esta ley de la vida.
  • Hombre de fe y oración. Devoto cargador de la Cuadrilla de San Judas Tadeo.
  • Cumplido y agradecido. Me enseñó a pagar las deudas con alegría.
  • Consumidor de comida oriental. Por lo menos dos veces por semana íbamos a comer en la Calle Capón o nos traía ese tipo de comida a la casa.
  • Ayunante. Cuando menos lo esperábamos llegaba a casa con papaya o naranja y ayunaba por dos días seguidos.

Los longevos sanos, como mi padre, son los verdaderos ejemplos de que es posible llegar a alcanzar una sana longevidad siendo activos, lúcidos y contentos. Podemos llegar a ella de manera natural. 

Gracias, papá, por tu buen ejemplo, eres un triunfador, estás en la cuarta edad, la edad de recoger los frutos que sembraste; y gracias a mi abuela, Cayetana Arias, por haber traído al mundo a un ser tan especial.

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